martes, 5 de julio de 2011

Sólo un segundo para hacer reir

Como hemos demostrado en este blog, son muchas las cosas, situaciónes o personajes que generan risa. Lo que comúnmente conocemos como chiste puede ser oral o dibujado. Cuando alguien cuenta un chiste oralmente, recurre a múltiples recursos que sabe, pueden genear carcajadas. A la hora de hacer reír todo es válido, ya sea el detalle pormenorizado de Luis Landriscina o el desparpajo de Juan Verdaguer. Sin embargo, la idea de este post es resaltar el trabajo de 2 dibujantes que tienen el desafío de divertir plasmando una sola situación.

Descubrí a Tute hace 5 años, el la última hoja de la sección espectáculos del diario La Nación. Desde el primer momento, la situación representada y el diálogo en cuestión me llamaron poderosamente la atención y desde ese momento distinguí su humor: simple, ácido, intrincado e incluso reflexivo.

Algunos cuadros de Tute:



Hace tan sólo algunas semanas, en el bar de la escuela de periodismo a la que asisto, encontré Oblogo, pequeña revista quincenal de distribución gratuita que recolecta lo mejor de los blogs, lo imprime y lo reparte por la ciudad de Buenos Aires.
Nuevamente, en la última hoja me encontré con un cuadro que me remitió automáticamente al humor de Tute.

Este cuadro pertenece a Alberto Montt, un dibujante chileno que si bien utiliza la técnica de personificar objetos y animales, su humor tiene puntos de conexión con Tute.
Montt lleva adelante su blog Dosis diarias desde 2006. Este año se presento su libro en la Feria del Libro, resaltando su incursión por Argentina.

Algunas muestras de la obra de Montt


A diferencia de un comic o una tira cómica, este estilo de humor necesita de la puntería del dibujante, ya que debe conectarse con la persona que mira el cuadro, y apuntar a que este captará la comicidad de la situación representada. Esto requiere cierta habilidad por parte de aquel o aquella que mira la obra de arte, y por tratarse de arte, hay algunos que lo comprenden y otros que no.

Montt, mi último gran descubrimiento, y con el condimento especial de haberse dado de casualidad.

Por Francisco Rivarola

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