jueves, 30 de junio de 2011

Osqui Guzmán tiene una imaginación sin límites

Osqui Guzmán es espontaneidad pura. Consagrado como actor en los matchs de improvisación, combina los recuerdos de sus ancestros bolivianos con autores del siglo de oro español, en el espectáculo El Bululú de José María Vilches.
El año pasado se jugó en el cine con Pájaros volando, la última película de Néstor Montalbano.

Osqui Guzmán no para ni un minuto. Su vida es acción continua, como cuando se sube a un escenario junto a su troupe de improvisación y arranca carcajadas a los espectadores. El verano pasado terminó con la temporada de El Bululú en una gira que lo llevó por toda la Costa Atlántica y el interior del país, ahora reestrena nuevamente esa obra en el Teatro Nacional Cervantes. También sigue con sus unipersonales de improvisación itinerantes. “La improvisación es enfrentarse a lo desconocido, pero sabiendo que uno ofrece lo mejor de sí mismo. El público juega un papel fundamental, si hay conexión se produce la magia”, comenta el actor.
Una Entrevista de Osqui comentando El bululú

Natural y genuino, Guzmán afirma que la inspiración para improvisar surge hasta en las cosas más pequeñas. Una oración escrita en un papel, un zapping por las estaciones de radio, o una frase que cuatro espectadores puedan armar, sirven como disparador para crear. “La imaginación es infinita, los actores somos los que tenemos límites cuando no logramos liberarnos de nuestros prejuicios y miedos. No hay que forzar situaciones, ni analizar demasiado, solo ser espontaneo y lanzarse”, revela Guzmán.

Osqui en acción, improvisación pura

Tampoco parece haber techo en su trabajo. Bajo la dirección de Néstor Montalbano volvió a la pantalla grande el año pasado. Compuso a un tímido y simpático coyita que tocaba el sicu, en la película Pájaros volando. Su personaje competía con el rockero frustrado que interpretaba Diego Capusotto para ganarse un lugar en el plato volador que los llevaría a recorrer el espacio. “Estoy feliz por la libertad con la que me permitieron trabajar. Es un personaje que también me puso en contacto con mis ancestros desde el humor y la comicidad”. Comenta Guzmán, que ya había incursionado en cine hace dos años en el film El torcan.

¿Te gustaría ver a Osqui Guzmán en Pájaros Volando?... entonces hacé click ACÁ


redacción y selección de imágenes y vídeos: @NanaRamari

El gran Pepitito Marrone

Podía contar el chiste más verde durante una revista o estar animando su número de circo con nariz colorada y todo, pero remataba ambos scketches con un latiguillo que se convirtió en un clásico:



José Carlos Marrone nació el 25 de Octubre de 1915 en el seno de una familia pobre, con una mamá trabajadora y un papá violento que marcó su infancia.
La escuela le duró muy poco, solamente llegó hasta segundo grado de la primaria. Se las rebuscó como plomero, carnicero, albañil y levantador de quiniela,hasta que entró en el circuito de los cafetines y comenzó a trabajar haciendo números de comicidad que eran remunerados con un puchero de gallina, un sándwich de milanesa o un plato de polenta.
En estas jornadas extenuantes que duraban un día completo (y que le aseguraban al artista desayuno-almuerzo-merienda y cena) tuvo que enfrentar a públicos difíciles, mayoritariamente de hombres que iban a ver bailar señoritas con poca ropa y no tenían paciencia para escuchar humoristas.


Pepitito hizo radio con muchísimo éxito, así como cine y televisión. Tuvo una compañera inseparable de vida y de trabajo, la vedette Juanita Martínez, que aceptó estar en segundo lugar en la vida del cómico hasta que murió su mujer. Ese amor duró hasta la muerte de Marrone, por un problema cardíaco, el 27 de junio de 1990. Ella no pudo superarlo nunca y se suicidó de un tiro en la cabeza con una foto de Pepitito en su mano, en 2001.

Diego Capusotto le rindió homenaje a la manera de hablar del cómico y utilizó su "Che" como miembro de una banda de rock apodada Los Marrone.



Con José Marrone se fue un cómico, un improvisador, un payaso, que hace 21 años seguramente estará haciendo reír a tanta gente donde quiera que esté.

jueves, 16 de junio de 2011

En busca de la risa perdida

entrevista exclusiva con Liliana Pécora

"El hombre sufre tan
terriblemente en el mundo
que se ha visto obligado
a inventar la risa"

Friedrich Nietzsche

"La gente quiere reirse", afirma Liliana Pécora, la multifacética acriz que hace diez años lleva adelante el Taller de la Risa, un espacio pensado para que las personas pierdan el miedo al ridículo a través de ejercicios y juegos. La premisa es divertirse, relajarse y aprender a reirse de uno mismo.

Pécora reconoce que el taller fue la forma que encontró de escapar de la profunda depresión en la que había caído luego de la crisis del 2001.


Las personas se acercan al taller en busca de su risa perdida. Muchos no ríen por verguenza o simplemente porque creen que es ridículo que un adulto lo haga, y además pierde credibilidad. Sin embargo, una vez que están inmersos en ese espacio de liberación refleccionan sobre todo lo que se están perdiendo y las carcajadas pasan a ser un condimento muy valioso en el día a día.




Video taller en acción

Una vez que los que van al taller perdieron el miedo al ridículo y aprendieron a reirse de si mismos, la consigna es que se reencuentren con su niño interior, aquel que quedó olvidado en el jardín de infantes.



Reirse: CON vs. DE

Liliana hace hincapié en algo esencial: la diferencia que existe entre la risa sana y la dañina. "Reirse del otro es burlarse. Los famosos bloopers es burlarse de alguien al que le ha pasado algo", explica, "reírse con el otro es sinónimo de disfrutar un momento divertido con amigos". Así mismo asegura que las personas que se acercan a su espacio juegan y ríen mucho, pero resalta que ninguno se burla de otro.

En el Taller de la Risa hay que dejarse llevar de la mano por una experimentada guía hacia un mundo mágico de diversión, locura y entretenimiento, donde lo más importante es compartir un buen momento y crecer interiormente.



Francisco Rivarola para risahumorrisa.blogspot.com

miércoles, 8 de junio de 2011

Reírse, la mejor cura












Los ingredientes para el medicamento mágico son: nariz roja, zapatos grandes y por sobre todo, muchas ganas de generar el bienestar en la gente. Bajo esa consigna un grupo de cuatro clowns ofrecen alegría, juegos, música y también prevención a las personas que esperan en las salas y los pasillos del hospital de niños Ricardo Gutiérrez.


La risa y la sonrisa son los mejores sanadores y rejuvenecedores del cuerpo, del alma y del espíritu. Por eso, los Animadores Hospitalarios garantizan los derechos a la salud, el buen trato, la educación y la recreación para diferentes niños, médicos, enfermeras, camilleros y todas las personas que conviven en el centro de salud.
El proyecto surgió cuando un grupo de coordinadores del curso de líderes recreativos comunitarios decidió invertir su tiempo en algo diferente, logrando un acercamiento con el hospital. Tomando como punto de partida la pedagogía y metodología de Patch Adams, el primer doctor payaso.
“Gracias a al ministerio de cultura, y al programa Kaleidoscopio, quién se encarga de ayudar y mantener proyectos, este sueño se mantiene. En los comienzos fue completamente voluntario, por lo que hubo momentos que no había dinero para comprar materiales de trabajo. Por eso decidimos comenzar a animar fiestas en pos de conseguir dinero para poder sustentarnos”, afirma Ezequiel Zena, uno de los clowns.


El proyecto cuenta con cuatro dispositivos:

1)Juego: Los juegos de mesa acompañan a las personas y establecen relaciones con gente desconocida.

2)Itinerante: A través de la música, los juegos y la metodología del clown genera un clima agradable en el hospital. “Generalmente, no se respiran aires de alegría y risas pero nosotros logramos algo increíble. Es muy distinto que te atienda un doctor contento y cantando, a que te
atienda uno apurado y tenso por los deberes del oficio. En otro caso, es diferente atender a un padre enojado por las horas de espera, a uno que entra al consultorio estallando de risa”, comenta Ezequiel.

3)Prevención: Se realiza un trabajo de difusión y enseñanza sobre las distintas maneras de prevenir enfermedades. “Es un trabajo en conjunto con los doctores, ya que ellos nos brindan la información necesaria para que luego nosotros le agreguemos lo lúdico y lo expongamos en la sala de espera todos juntos”, agrega Ezequiel.

4)Extra hospitalario: Establece relaciones fuera del hospital y plantea una duda o pregunta que surge de la gente. “Nosotros intentamos contestar esas preguntas”, finaliza.


“Un nene de cinco años estaba triste mirando al suelo. Nos acercamos y empezamos a hacer payasadas. La mamá nos hizo señas y nos dio a entender que estaba ciego. Por eso, lo tomamos de la mano y a través del tacto le mostramos nuestros materiales, le pasamos la mano por la guitarra, por los sombreros, por nuestras caras. Cuando llegó el momento de la nariz, nos gritó que éramos payasos y sonrío. Al tiempo, el nene recuperó la vista. La mamá se acercó y nos contó que desde que el chico se curó nos quería conocer. Ese día terminamos con una alegría indescriptible”, narra Marisa Sambugnach, clown del proyecto. Además, comenta: “Realizamos una campaña de vacunación contra la tristeza. Consiste en regalar un abrazo o entregar una nariz con el fin de robarle, al menos por segundos, la sonrisa a la gente”.


Según Marisa, la idea de la organización es ampliar este método curativo a las demás provincias de Argentina: “Estamos formando mucha gente de diversas ramas de la actuación y clown, para que se practique en Córdoba y Rosario, principalmente”.
“Nosotros somos eslabones de una cadena donde lo que interesa es el resultado total y no el individual. Nos propusimos integrar al personal y bajar las tensiones del hospital, y poder entender que todos jugamos un mismo juego, donde lo que importa es el bienestar de los demás”, concluye Ezequiel.

Que la risa funciona de manera efectiva a nivel preventivo y terapéutico no es ninguna novedad. Tampoco lo es la extensión de este antídoto por varios países del mundo. Entonces, no resulta utópico soñar con un futuro donde cada centro de salud tenga un grupo de payasos curando con la risa.

domingo, 5 de junio de 2011

Juan Carlos el 'flaco' García: siempre a la vera de los grandes


Cuando era chico le pidió a una vecina amiga que lo llevara de extra a los estudios Lumiton, y así arrancó su carrera. Trabajó siempre acompañando a excepcionales cómicos como Tato Bores, Juan Carlos Altavista, José Marrone y Dringue Farías. Realizó más de veinte películas con la dupla humorística más famosa: Alberto Olmedo y Jorge Porcel. Dueño de una figura delgada y una nariz prominente, también es recordado por su
participación en el exitoso No toca botón. Actualmente es
presentador de espectáculos de tango y junto al cantante Juan Montalvo recorre los escenarios porteños.







Actuó junto a los más talentosos e inolvidables comediantes del país. ¿Quiénes dejaron su huella en usted?
Nunca nadie va a reemplazar al negro, Fue mi gran maestro, sin lugar a dudas. Pero quise mucho a José Marrone, un tipazo. Para mí fue como un segundo padre. Él me dio un lugar único cuando me eligió como su maestro de ceremonias. Yo no sabía lo que era cruzar La General Paz y gracias a él recorrí el país entero durante todas las giras en las que tuve el honor de seguirlo. Cuando su esposa, Juanita Martínez, se suicidó en el 2001, mi mujer y yo nos enteramos que nos había dejado dos lámparas hermosas que decoran el living de mi casa y un reloj Seiko automático que era de Pepitito. Es un objeto muy preciado, lo llevo a todos lados conmigo y cada vez que tengo que salir a escena lo miro y pienso que él me está acompañando.

El flaco relata una simpática anecdota con Marrone

Su historia con Olmedo

Alberto Olmedo fue uno de los grandes cómicos de la Argentina. Su espontaneidad y facilidad para provocar la risa del público no han podido ser olvidadas ni superadas en estos 23 años transcurridos desde su fallecimiento.







En este audio ‘el flaco’ recuerda los inicios de El negro Olmedo. Junto a él filmaría más de veinte películas

El mayor suceso televisivo de la década del ochenta fue No toca botón. El país se paralizaba los viernes por la noche para reír con recordados personajes como El Manosanta, Rogelio Roldán, el Dictador de Costa Pobre, y tantos más

Acá va un fragmento del sketch Borges Y Álvarez en el que El flaco García participaba junto a Olmedo y Javier Portales.


Durante los segmentos de humor en los show de tango, usted realiza un número cortito en el que simula hablar con Olmedo, Marrone, Tato Bores, todos sus amigos que “se fueron de gira”. ¿Le tiene miedo a la muerte?

Jamás. Me gustaría acostarme a dormir y no despertarme. Yo quisiera irme así, y no hacer sufrir a los que quedan acá. Me doy una idea de lo que deben estar haciendo arriba todos esos grandes, a mi dejame un ratito más en la tierra que estoy bien, pero cuando sea el momento, seguro que llego al cielo y esos locos me dicen: “Flaco, ¿Por qué tardaste tanto?”

El Flaco García, siempre junto a los grandes, se define cómo "eterno agradecido de la vida". Recuerda con nostalgia y una sonrisa a esos gigantes del humor que lo llevaron de la mano y le dejaron compartir el inmenso cariño del público.

Acá va una anécdota con el inolvidable negro Olmedo y una pequeña reflexión sobre el humor actual

Producción periodística: @NanaRamari